"La maté porque era mía"
Un modo encubierto y peculiar que tiene la dependencia emocional de manifestarse es lo que se conoce como las formas atípicas. En ella aparecen de forma conjunta la dependencia emocional y otros fenómenos de tipo afectivo. Dos de ellas son la dependencia emocional con oscilación vinculatoria y la dependencia dominante. Ambas se dan con mayor frecuencia en varones, contrariamente a la forma clásica de dependencia emocional, mucho más frecuente en mujeres. Puede deberse a que lo hombres tienen más fácil la vía de la desvinculación que las mujeres en determinados casos, tanto biológica como culturalmente. Puede darse solo una forma de desvinculación parcial, por lo que hay vinculación con desvinculación al mismo tiempo. ¿Y esto como se come?
En estas formas atípicas, la dependencia emocional es leve, incompleta y encubierta.
Dependencia emocional con oscilación vinculatoria
Este intrincado título se emplea para tratar de definir a personas que intercalan estados de dependencia emocional leve con otros de absoluta desvinculación. La primera fase se corresponde con relaciones de pareja relevantes en el individuo, ocupando en dicha relación el rol de subordinado. Responde a la ruptura con síndrome de abstinencia. Tras recuperar la normalidad sufre lo que llamamos "reacción desvinculatoria" siendo su actitud completamente opuesta la de la fase anterior. Hostilidad hacia el otro sexo, pasa de la autoestima baja a la arrogancia, se burla de la gente que tiene pareja , es escéptico a la existencia del amor. Lo más común es que realice una vida normal en la que tenga parejas esporádicas únicamente para satisfacerse (así que pobre del que sea esa pareja esporádica). Esta reacción desvinculatoria es una especie de venganza por el dolor recibido y además sirve como método defensivo. Puede ser que esta desvinculación se instale definitivamente o puede ser que el ciclo empiece de nuevo. Pero la cuestión es que la persona nunca tendrá relaciones normales, porque el inicio del ciclo supondría volver a situarse como subordinado en la relación.
Dependencia emocional dominante
La mayor desvinculación del sexo masculino da lugar a este híbrido caracterizada por una ambivalencia enfermiza. Es más o menos permanente en la vida del individuo. El dependiente necesita de la otra persona tanto como la desprecia. Satisfacen sus necesidades afectivas dominando a la otra persona, impidiendo que pueda llevar su vida con normalidad. El dominante considera a su pareja una propiedad, por lo que es hostil y celoso. Le manifiesta tal desprecio que puede llegar a la violencia verbal y física. El dependiente dominante refuerza su autoestima a base de destrozar la de su pareja. La forma de saber que esa hostilidad es en realidad dependencia encubierta es analizando la ruptura, cuando el dominante implore por le perdón de su pareja para retomar la relación (si asume su parte dependiente) o sí utiliza las amenazas y la hostilidad (si emplea su faceta agresiva). No olvidemos que la pareja es su propiedad y reacciona como reaccionaríamos si nos "roban" algo, si se nos pierde, etc. Sabremos que no es un dependiente cuando no tiene reacciones de este tipo ante la ruptura. Este tipo de patología es responsable de muchos casos de violencia doméstica y de crímenes pasionales. Suelen ser casos en los que se juntan un dependiente emocional típico con un dependiente dominante o lo que es lo mismo "el hambre con las ganas de comer".
Pero ¿cómo saberlo? ¿cómo saber que estamos ante una persona con una patología o que nosotros la tenemos? El miedo a estar solo es algo normal, pero no el pánico. No un preocupación recurrente y terrible acerca de la soledad, de preferir estar con alguien que nos hace daño a estar solos. Nunca puede ser mejor estar con un monstruo que estar solos. Nunca. Pero tampoco el caso contrario es adecuado, el no estar con una persona que amamos por miedo a que nos hagan daño. O pensar que todas las personas del sexo contrario (o del mismo, si nos gustan de nuestro mismo sexo) son iguales, piensan igual y se comportan igual. No es justo cargar a una persona que acabamos de conocer con toda la culpa y el peso de nuestras relaciones anteriores. Al final no es auto- protección, sino hostilidad y despreocupación por el daño que podemos hacerle a los demás.